Donella Meadows definía un sistema como un conjunto de partes coherentemente organizadas e interconectadas en una estructura que produce una serie característica de comportamientos para llegar a una finalidad o finalidades comunes. Puede ser físico, como una máquina o un ecosistema, o abstracto, como un sistema financiero o el de una organización…
Yo vengo aquí a explicar por qué la vida también es un sistema.
En el marco de la vida organizada
por órganos y orgánulos que el control mantienen,
vivimos en la periferia limitada
de un potencial que a veces se detiene.
Pero si soltamos las riendas
la vida nos sorprende en su rumbo,
nos lleva a lugares sin senda
y descubrimos nuevos mundos.
La teoría de sistemas de Meadows
nos muestra cómo todo está conectado,
y cómo un cambio no supone, necesariamente, un enredo.
Eso sí, afecta rincones ya olvidados.
Así es la vida; un sistema complejo
que varía al dejarse llevar.
El flujo constante y eterno
está en la novedad y la sorpresa
que nos lleva más allá de la inercia letal.
Que no nos limite el marco preestablecido:
abracemos el cambio como un latido.